Bienvenid@

Hola. Que bueno que te tomaste un tiempo para leerme. Me hace bien saber que estuviste por aquí. Deja un comentario y dime que tal. Para contacto: e.bita.me@gmail.com

domingo, 8 de abril de 2012

El sueño ausente

Las cuatro de la mañana y el sueño no llega, yo que lo espero despierta, porque no puedo cerrar los ojos hasta que no siento que entra por la puerta, y al saberlo en casa, seguro, entonces puedo descansar.

Tantos pensamientos, tantas ideas, tantos bombillos prendidos; debería ser ilegal pensar a esta hora.

¿Será que los genios del mundo y la historia trabajaban mientras el mundo dormía? No soy un genio, déjenme dormir.

Pensamientos, déjenme dormir. Vida, oficios, trabajo, casa, déjenme dormir. Y tantas otras cosas que no puedo nombrar; tú, déjame dormir.

¿Por qué las ideas más brillantes llegan a las 4 de la mañana? Muy probablemente sea por el silencio, el silencio es inspirador. Tengo ganas de hornear un pastel.

Pero ese no es el caso esta madrugada, ¡oh no! El silencio no es la circunstancia: una voz temblorosa me canta a lo lejos. Mi hipótesis es que le pusieron esa música a un joven mujer que vive frente a mi casa y que minutos a tras despertó a, seguramente, la mitad de la calle con sus gritos.

Gritaba “¡suéltame en banda!” que es una expresión que conoce todo el que ha volado chichigua (Cometa) o que tiene un familiar, amigo o vecino que ha volado chichigua y significa “déjame tranquila”.

Yo pensé inmediatamente en violencia doméstica, y como buena hija de mi madre me asomé por la ventana del aposento principal donde, antes de los gritos, dormía profundamente para ver lo que pasaba.

Ella: descalza, pelo despeinado y envestido estampado corto; él: ya no recuerdo si con camisa o no, pantalones cortos y abrazándola, ella quería que él la soltara, creo que para salir corriendo, dos o tres mujeres más mirándolos y diciéndole cosas que parecían intentar calmarla, pero ella insistía en su intento de escapar.

En el forcejeo dijo algo que me impactó: “¡Es que me estoy muriendo ¿es que tu no entiendes?!”

Pregunta que surgió de inmediato: ¿de qué? ¿Muriendo de qué? Claro que esa pregunta no existió más que en mi cabeza, pero entre pensar en eso e imaginar de cual cáncer la muchacha moría, no he podido dormir.

Me invade, me ahogan los pensamientos. Imaginarme esa situación familiar en mi familia, valga la redundancia. Pensar por cuales motivos yo sería la protagonista de una escena como esa. Me llegan varios motivos a la cabeza…

Pensé en tantas cosas que podría hacer para ayudar a esa pobre mujer, o más bien pensé en una sola, en predicarle el evangelio de Jesucristo. Estoy segura de que Él la ayudaría, Él podría sanar su enfermedad, ayudarla a superar las drogas (que supongo era el origen de la fuerza con que gemía y empujaba y halaba tratando de escapar) también podría traerle paz a su familia, y sus vecinos, ¿por qué no? Jesús arreglaría el problema, pero para ello debía ser invitado a ese hogar.

Yo estoy en la obligación de ser luz en las tinieblas, pero no lo estoy haciendo para ellos. Los pensamientos que no me dejan dormir y que me trajeron a esta computadora a una hora que debería estar vedada para estar despierto.

Si estuviera haciendo una célula en mi casa, tendría la oportunidad de invitarlos a un estudio de la palabra, y no a la iglesia, como estoy obligada a hacer, ya que no hay de otra, pero que es mucho más difícil que vayan. Para un incrédulo que esta panado por un mal momento, es tan lejos, y para la gente de hoy en día, es como un fucú ir a una iglesia.

Inquieta, así estoy, y el que está inquieto no puede morir.

“¡Resucitó, resucitó, resucitó, aleluya!” Una voz temblorosa me canta a lo lejos. Mi hipótesis 2 es que son las quesiyoqué de resurrección de las que hablaba mami esta tarde refiriéndose a un culto que sonaba muy católico. Sí, creo que es eso, es Domingo de Resurrección después de todo.

¡Aleluya! Es lo único que entendí de la segunda estrofa, pero lo importante es que ya sé de donde viene, aunque el tratar de escuchar muy atentamente me ha hecho perder el hilo de lo que escribía, retomemos.

¡Ah, sí! El sueño ausente. En fin, que más da, si Dios quería que me levantara a esta hora a escribir, que así sea. Sigo con ganas de hornear un pastel: algo dulce, suave cremoso. Sería una gran ventaja saber hornear pasteles.

Tengo curiosidad por saber su nombre. Saber de que muere. ¿Qué haré? Ya oré por ella, sin embargo la curiosidad de mi lado humano sigue aquí, quisiera ser mejor hija de mi madre y preguntarle a los vecinos dueños de la casa donde vive la familia de las circunstancias y preguntarles si saben algo, de qué está enferma, de qué se muere, si tiene mucho tiempo así, si no es la primera vez que escenifican un momento así de madrugada, o de día o lo que sea. Pero soy más esposa de mi esposo que hija de mi madre, porque no me atrevería a preguntar. Mejor me quedo orando por ella, hasta que se me olvide.

Cinco de la mañana. ¿Podré dormir ahora?